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lunes, 18 de diciembre de 2023

SOLEDAD

 Es el sitio ideal. Necesito paz y relax. Estos días serán increíbles. Mi única ansiedad es no hablar con nadie, ni dar explicaciones, ni gritos, ni razonar con nadie. Mi trabajo es muy estresante. Demasiadas horas de cara al público...A veces las personas somos demasiado intransigentes y poco tolerantes. Quema mucho tantas horas "peleándote" con tus semejantes. Por eso me vine aquí. Tranquilidad, paz, soledad.

 En este sitio perdido de la mano de Dios parece que no encuentro ni un alma por el camino y eso me relaja a la vez que me produce cierta inquietud. Han pasado dos horas y no encontré a nadie y aún me falta por lo menos una hora para llegar a la playa que busco. Allí montaré mi tienda de campaña y pasaré unos días. Tengo suficiente para unos días y allí hay un manantial de agua potable. Serán días de relax y de paz que tanta falta me hacen. Después de una buena caminata, creo divisar el mar, por lo que acelero el paso. Me voy acercando y descubro que es más bonita de lo que la describían en internet. Una playa inmensa, de arena blanca y aguas cristalinas. Es espectacular y lo mejor es que no se ve ni una sola persona. ¡¡¡La playa es particular!!!Madre mía...ni en mis mejores sueños soñé con una playa así para mí solo. Dejo todo tirado y lo primero que hago es meterme en el agua. El agua es transparente y tiene buena temperatura. Miro a ambos lados de la playa y no se ve a nadie. Me resulta increíble. Hago varios largos y salgo a preparar la tienda. Me pongo mi música y empiezo con la rutina de colocar todo. Piquetas...estirar la tienda...saco de dormir. Todo tiene un orden y a por ello voy. 

Cuándo ya terminé con todo, me acuesto en la toalla y me quedé traspuesto un par de horas. Cuándo me desperté me había quemado con el sol. Busqué el manantial. Sabía dónde podía estar. Es la ventaja que tenemos hoy en día. Lo sabemos todo. O....casi todo.

Llené dos botellas y volví de nuevo a la tienda. Dejé todo allí y decidí de nuevo bañarme. Entré en el agua y me dio un escalofrío. Llevaba demasiado tiempo tirado al sol. Entre poco a poco. Cuándo el agua me llegaba por el pecho algo me hizo girar la cabeza hacia la orilla. Y allí estaba. Era un hombre, con los pies metidos en el agua. Me miraba fijamente y tenía un enorme cuchillo en una de sus manos. Yo...me quedé estupefacto y no sabía ni lo que hacer. El solo me miraba y sujetaba el cuchillo. No se movía. Decidí hacer como si no le diera importancia a que el estuvieras ahí con un cuchillo, cosa que lógicamente era impensable, pero no sabía qué hacer. Nadé varios largos y él seguía clavado en la arena sin quitarme ojo. Entendí que estaba esperando a que yo saliera del agua, el resto...preferí no imaginarlo. Hice ademán de salir del agua. El hombre no se movía. Comenzaba a ponerme muy nervioso ya que estaba en el agua metido y veía que...o ese señor se marchaba, cosa que no tenía mucha intención de hacer, por lo que veía, o...estaría a remojo muchas horas. Intenté decirle si necesitaba algo. Yo creo que ni pestañeaba. Acabé gritando pero sin acercarme a la orilla. El hombre estaba quieto, igual que cuando llegó, sin moverse. Pero el cuchillo no lo tiraba. Esto era de locos. Ni un alma en la playa y aparece un energúmeno con un cuchillo. Y yo con el agua hasta la coronilla. Comencé a gritarle diciendo que iba a llamar a la policía, idiota de mí. Mi móvil estaba en la tienda. Es más, no estaba ni en la tienda. Cuándo se lo dije, abrió la mano y dejó caer mi móvil al agua. ¿Pero que quiere ese chalado? Esa reflexión mía es un poco ridícula dada la situación en la que me veo. Mi piel ya comienza a arrugarse de tanto tiempo que llevo en el agua, y empiezo a tener mucho frío. Pero parece que al señor no le importa. El no tiene ningún problema. Sigue sin moverse con los pies en el agua y el enorme cuchillo en la mano. Yo intento acercarme, pero la verdad es que me da respeto ese señor. No aparta los ojos de mí. Le grito hasta quedarme sin aliento. Le digo que coja lo que quiera, agua, comida, dinero. Pero no contesta. Creo que él solo me quiere a mí. Me alejo de la orilla. No sé qué hacer. Hago el muerto en el agua. Empiezo a estar muy cansado y nervioso. El sol ya empieza a retirarse, llevo muchas horas en esta situación. Dejo de hacer el muerto en el agua, ya que me parece hasta ridículo. Estoy haciendo el muerto cuándo ahí está un hombre que me quiere matar. Miro hacia la orilla gritando. Allí no hay nadie. ¿Que paso? Me perdí algo. El hombre no está y yo no lo vi irse. Miro a todas partes asustado, y me hago la pregunta del millón. ¿Y ahora...qué hago? Tres horas de caminata sin cruzarme con nadie, sin móvil, solo. Y un loco con un cuchillo que pasó horas mirándome. 

Sigo en el agua temblando...y no pienso salir.

Piensa bien lo que deseas, se puede volver en tú contra.

Midala



lunes, 6 de noviembre de 2023

SABOR A MANDARINAS

Repulsión y repugnancia. Y no voy a negarlo...un deje de tristeza y angustia. Eso es lo que me produce el olor de las mandarinas. Siempre supe el porqué, pero fui incapaz de superar esa ansiedad que me producía ese olor en particular.

Se remonta a cuándo yo era pequeña. Yo estudiaba en un colegio de monjas. Iba a comer con mis padres y mis hermanos y eran ratos divertidos..."Tú baja a buscar el pan... Tú vete a buscar el pescado que lo dejé separado...correeeee tú la mesa que ya tenéis que volver al colegio" La vida de cualquier otra casa a esa hora. Pero esa vida no debía de ser la misma vida ni alegría... para mis compañeras que se quedaban en el comedor a comer...incluso a dormir en el colegio. 

Yo llegaba siempre de primera a clase. Gran defecto o virtud el mío. Y siempre encontraba a la misma niña, impregnada en olor a mandarina, ojos tristes y caídos, mirada perdida...y yo la observaba con ansiedad y pena. Mucha pena. Esa niña no tenía vida familiar, no tenía besos ni abrazos, ni risas...ni apurones de..."correr niños ir aquí o allá..". Mi vida estaba llena de ilusión...la de ella denotaba tristeza...aburrimiento...hastío…Era una niña callada…seria…yo le preguntaba que había comido…aunque la comida me importaba poco…sabía su postre…También sabía cómo eran las monjitas que nos daban clases…todo menos cariñosas y caritativas, en su inmensa mayoría.

Ese olor me marcó toda la vida. En mi casa nunca pudo entrar una mandarina. Nadie puede comer una mandarina delante de mí. Me produce angustia...y me lleva a un recuerdo....una niña triste...sola...alicaída...

«Es triste cuando alguien que conoces se convierte en alguien que conociste».

 

martes, 1 de agosto de 2023

¿QUIEN ERES?

 Era una noche fría, lluviosa e invernal. Las farolas alumbraban tenuemente las calles y la gente pasaba encogida de frío camino de sus casas. Tú mirabas por la ventana y lo observabas todo, como hacías siempre. En tú tiempo libre, que era mucho...solías asomarte a la ventana y mirar como las personas iban y venían...No era cotilleo...era aburrimiento. 

Esa noche en particular, tú estabas inquieta. Era una intranquilidad extraña, no era propia en ti, que eras una persona tranquila y relajada. Mirabas por la ventana cuándo de pronto, viste que un taxi paraba en la calle de enfrente. De él bajó un hombre. Alto, fuerte y bien vestido. Tú cara te recordaba a alguien pero no sabías a quien. Lo mirabas con ansiedad, con inquietud. Algo te decía que lo conocías. El se paró en la acera y esperó unos instantes mientras fumaba un pitillo. Llegó otro taxi. Tú seguías mirando y observando, escudriñando en tú memoria, haciendo verdaderos esfuerzos para recordar. El otro taxi paró justo donde estaba el hombre, y de otro hombre se unió a él. Se pusieron a hablar mientras el primero estaba casi acabando su pitillo y tú te esforzabas por intentar recordar...hacías verdaderos esfuerzos. Los dos hombres charlaban amigablemente, como dos personas que se conocían desde hacía mucho tiempo. No se les escuchaba nada, pero sí de vez en cuando, se les escuchaba alguna carcajada. Tú mente iba a mil y había algo que no te gustaba, había algo que no te cuadra, algo que te molestaba. Esa gente tú sabías quienes eran, pero todavía no podías decir a ciencia cierta lo que tú corazón estaba sintiendo.

Te tocaste el brazo. Allí tenías un tatuaje. Unos números. Sabías que ellos estaban relacionados con esos números.¡¡¡ Ahora sí sabías quienes eran!!!!A pesar del tiempo transcurrido, sus caras seguían siendo demoniacas, seguían dando miedo y terror. Tú eras de las últimas supervivientes que quedaban del holocausto. Tú habías dado muchas conferencias y sabías que no todos habían fallecido. Muchos estaban en otros países, reorganizándose. Tú salías a veces. En los periódicos locales, advirtiendo de que esta gente no había desaparecido. Solo estaban aletargados, esperando el momento. Tú corazón salía del pecho. No tenías miedo. Tenías asco. Rabia. Eran ancianos como tú, pero sabías el poder que tenía esta gente.

Te acercaste al teléfono, ibas a llamar a un contacto en la policía. Un viejo amigo que conocía tú historia. Llegaste a levantarlo, pero no había linea.Te acercaste de nuevo a la ventana y los dos hombres seguían allí charlando. De pronto se giraron hacía tú ventana y te clavaron la mirada. Tú corriste las cortinas. Ya no te daban miedo. Te sentaste en el sillón y ahora eras tú quien encendió un pitillo. Sabías lo que hacían ahí. Sabías lo que querían.

Sonó la el timbre de tú puerta.

 

“El deber del superviviente es dar testimonio de lo que ocurrió, hay que advertir a la gente de que estas cosas pueden suceder, que el mal puede desencadenarse. El odio racial, la violencia y las idolatrías todavía proliferan.”
Elie Wiesel

 

jueves, 23 de marzo de 2023

MAMÁ Y PAPÁ

 


Solo puedo decir que...os echo de menos. Mamá, tú te acabas de ir, después de muchos años de una enfermedad durísima. No sabías ni quién era yo, pero si recordabas a tú madre, no sabías quien era papá, pero si recordabas a tu padre...y así duraste 14 largos años, llenos de angustia y de momentos divertidos, pero si es cierto y muy cierto que fueron peores los momentos malos que esa enfermedad te dio. Te hizo sufrir mucho, demasiado. Y a mí lo mismo, pasé momentos muy .........malos a tu lado, que quizás fueron los que hicieron, que en ese último mes, no me moviera de tu lado. Y te vi irte...y te vi sufrir más de lo que yo jamás podía imaginar. Tu carita de miedo y de terror jamás se me olvidara. Tenías miedo porque a pesar de tu enfermedad, tu sabias que te ibas, y lo sé porque me lo decías. Aunque cueste creerlo...tú que no sabias quien era yo...pero llorabas y me decías que te ibas. Mamá...mamá...

Papá...tú ya nos dejaste hace unos años. Y ahora...me veo sin referentes...con horas que no se qué hacer con ellas...siempre pendiente de vosotros...¡¡¡hoy no se qué hacer!!!! Os fuisteis los dos y me veo... ¿perdida?..Sin alegría y con mucho sufrimiento. Y sobre todo...añorando vuestra presencia. Recordando muchas cosas vuestras, momentos divertidos y otros no tanto. No era la hija perfecta ni mucho menos, ni tan siquiera la preferida. Las del medio somos las que pasamos más desapercibidas. Pero lo di todo y más. Os regale 14 años de mi vida, en los que dejé de lado a mi familia y mi propia vida. Enfermé de todo, de angustia y ansiedad ante tanta responsabilidad, sin saber que lo peor aún no había llegado. Muchas veces no sabía cómo solucionar las cosas que iban surgiendo con tu enfermedad mamá, pero ahí fuimos...y fuimos saliendo. Se habla del alzehimer, pero no tanto como se debe de hablar, ni se dice toda la realidad. Tú pasabas horas gritando, y días...y noches...y nada te calmaba y gritabas muy fuerte. Tenías miedo...veías cosas que nosotros no veíamos, pero tú....si. Y nada te calmaba. Ni las cientos de pastillas que tomabas...La gente cree que solo te olvidas de tus recuerdos...no es lo más duro. Lo más duro es lo que tú veías y no había. 

Pero ya todo se acabó...

Solo me queda la tranquilidad, de saber que estás mejor de lo que aquí estabas. Ya no sufres. Y yo...como atea desde que nací...tengo que decir que te encargaste de decirme que estabas bien, que me relajara, que estabas con papá y todo iba bien. Sigo sin poder creérmelo...yo que no creo en nada que no vea...y lo vi...vi tú respuesta como estoy viendo ahora estas letras.

Gracias por ser mis padres, con defectos y virtudes. No sé cómo será mi vida sin vosotros…no puedo imaginármela sin esa responsabilidad que tantos años me agobió…pero sé que os echo mucho de menos y…lo que daría por un último beso mamá………

jueves, 24 de noviembre de 2022

PEQUEÑAS HISTORIAS

Cuenta la leyenda, que no se conocían. Eran personas con gustos afines, les gustaba el arte y las cosas bien realizadas. Ellos eran un matrimonio joven, al principio de sus vidas. Recién casados y mucha lucha por delante. Don Edgar y Doña Ana. La persona a la que le gustaba ver sus trabajos, duplicaba la edad de ellos, era madre, esposa y abuela. Los veía por las redes sociales y siempre aplaudía sus trabajos. Eran luchadores y emprendedores. Don Edgar era un artista de los pies a la cabeza. Le daba igual trabajar el papel, que la madera que el metal. De ahí salían piezas únicas e irrepetibles. Cuándo tocaba empapelar, la mujer mayor, sacaba una gran sonrisa. Sabía que el trabajo sería espectacular!

Un día la pareja joven, se compró un yate, que hacía las delicias de la mujer mayor, ya que paseo que daban en yate...ella se sentaba a verlo en el ordenador. Era maravilloso ver ese mar tan perfecto y hermoso, gente joven que había llegado al comienzo de sus vidas a poder poseer un yate con su esfuerzo. Eran ratos fabulosos. Un día, la mujer le dijo "Edgar, el día que te jubiles...te vas a hacer tú tu propio yate, ya lo verás. Y serás la envidia de todo el mundo y te saldrá más trabajo del que jamás podrías imaginar, y ya estarás jubilado y no tendrás tiempo para disfrutar del tuyo. Pero....no te olvides de que esto es un presagio...será algo que va a pasar...y yo no estaré para verlo. Pero cuéntame todo en una carta y tírala en una botella. Llegará a su destino y yo sabré que la vida te fue bonito".

Y pasaron los años y Don Edgar seguía trabajando duro, y su mujer su gran apoyo. Hacían la pareja perfecta. Irradiaban alegría por todas partes. Era una unión indivisible. Y la mujer ya más mayor...los seguía mirando y aplaudiendo sus logros. Hasta que un día...dejó de poner comentarios y de ver sus videos. Ellos intuyeron que algo malo había pasado. Y así era. Nunca llegaron a conocerse, nada más que cuatro palabras hermosas dándoles animos, pero sabían que ya había pasado lo peor. La cuenta de la mujer se cerró pero ellos no olvidarían la promesa.

Los años fueron pasando y tuvieron dos hijos, y después cuatro nietos. Don Edgar se jubiló, y por supuesto quiso construir su pequeño yate con sus manos. Todas las mañanas acudía puntualmente a realizar su más hermoso trabajo. Y la gente entraba y le preguntaba porque no hacía yates para ellos. Y don Edgar...recordó aquella historia de hacía mil años, cuando el solo tenía 20 y tantos y ahora ya era un hombre jubilado. Y recordó a la señora que estaba detrás de la pantalla siempre admirando sus obras de arte. Y cumplió su promesa. Acabó su yate y preparó con vidrio la botella más bonita jamás preparada. Y le contó que se había jubilado, y que había realizado su trabajo más impresionante y magistral. Su yate. Y como ella le había dicho...le llovería trabajo. Y como había prometido, cogió si yate y salió a navegar. Mar adentró tiró la botella. Ella le había dicho que la botella llegaría a su destino.

Y así fue...la historia está escrita. Un buen día, la hija de la señora estaba por la playa con sus perros. Era un día de mucha lluvia y viento pero ella bajaba siempre a la playa para estar con su madre. A lo lejos vio brillar algo y se acercó. ¡¡Nunca había visto nada tan bonito!! Era una botella con un mensaje dentro!!!!!No se lo podía creer. Apuró el paso y se acercó a casa de su vecino. Estaba en su taller haciendo una lámpara de metal para uno de sus nietos. La señora le enseñó la botella y le dijo "Nos sentamos a leer lo que pone?". El señor Edgar palideció. No podía ser que la botella volviera a sus manos. La abrieron....él en silencio...ella leía... y a la par decía que esa historia le sonaba...le sonaba que su madre seguía en las redes a un matrimonio en aquel momento muy joven...El pálido, le contó la historia, ella...más pálida le dijo "Yo soy su hija".Mi madre se llamaba Laura y admiraba su trabajo Don Edgar. Hemos sido vecinos casi toda la vida, sin saber nada de nuestras vidas anteriores. Ahora tenemos la misma edad que tenía mi madre cuándo se fue, pero estoy segura de que ahora, la amistad será aún más fuerte

 

Si amas lo que haces, nunca será un trabajo.